LAS DINÁMICAS DEL SER

Los Doce Eslabones del Origen Interdependiente

Basado en una charla de Sangharákshita de 1966

Cuando el budismo llegó a Occidente hace aproximadamente cien años, atrajo a las personas por razones muy específicas. Los primeros occidentales que se interesaron en esta enseñanza venían de un contexto cristiano en crisis: la fe tradicional se había vuelto intelectualmente insostenible para muchos pensadores sinceros, pero sus corazones permanecían apegados emocionalmente a ciertos elementos religiosos fundamentales.

¿Qué buscaban estos primeros budistas occidentales? Principalmente tres cosas: una figura humana admirable que pudiera sustituir a Cristo sin la carga de la teología trinitaria; un código ético que funcionara sin sanción supernatural; y una base racional para creer en la vida después de la muerte. En el Buda, en la ética budista y en la enseñanza del karma y el renacimiento, encontraron exactamente eso: lo que podríamos llamar un «sustituto del cristianismo».

Un Cambio de Perspectiva

Hoy, la situación es radicalmente diferente. Quienes se acercan al budismo en nuestra época generalmente no buscan un reemplazo para el cristianismo. Somos, en su mayoría, post-cristianos: no es que reaccionemos contra el cristianismo, sino que simplemente ya no estructura nuestra forma de pensar sobre lo religioso o lo espiritual.

Ya no buscamos una figura personal a quien venerar. No necesitamos una lista detallada de mandamientos que nos digan qué hacer y qué no hacer en cada situación. Y curiosamente, la mayoría de las personas contemporáneas no están particularmente preocupadas por la vida después de la muerte; si acaso, están mucho más interesadas en esta vida, aquí y ahora.

Lo que ahora atrae a las personas hacia el budismo son aspectos diferentes: las enseñanzas mismas del Buda (el Dharma), la práctica de la meditación más que la mera ética, y la posibilidad de realización espiritual en el presente. Como el propio Buda declaró: «Quien ve el Dharma, me ve a mí». Si comprendemos las enseñanzas, los principios que el Buda expuso, entonces verdaderamente vemos y entendemos al Buda mismo, pues él es la encarnación viviente de esos principios.

La Importancia del Equilibrio

Sin embargo, aunque diferentes aspectos del budismo atraigan más en diferentes épocas, es crucial mantener un equilibrio entre todas sus enseñanzas. Si nos sentimos atraídos exclusivamente por un aspecto particular, generalmente es porque existe algún desequilibrio en nosotros mismos, alguna necesidad específica a la que ese aspecto corresponde. A medida que nos volvemos más equilibrados psicológica y espiritualmente, dejamos de sentirnos atraídos solo por esta o aquella parte, y comenzamos a apreciar la totalidad de la enseñanza.

Es en este espíritu de integridad que exploramos hoy una de las formulaciones doctrinales más importantes del budismo: el pratītya-samutpāda, la «co-producción condicionada» u «origen interdependiente». Los doce nidānas o eslabones que examinaremos son una de las formas en las que podemos comprender este principio fundamental en el contexto de nuestro devenir, de nuestro «ser» en constante transformación.

¿Por qué las «dinámicas del ser»?

Quizás habría sido más apropiado hablar de «dinámicas del devenir» en lugar de «dinámicas del ser». «Ser» sugiere algo estático, mientras que «devenir» captura mejor la naturaleza dinámica de la realidad según el budismo. Y ciertamente, pratītya-samutpāda es un término profundamente dinámico: habla de producción, de originación, de procesos que surgen en dependencia de condiciones.

Pero ¿por qué es tan crucial comprender cómo surgimos, cambiamos y renacemos? Porque en el corazón del budismo yace una pregunta fundamental: ¿cómo nos creamos a nosotros mismos? ¿Cómo llegamos a ser lo que somos? La enseñanza de la condicionalidad nos ofrece una visión radicalmente diferente de la existencia humana: no somos entidades fijas creadas de una vez por todas, sino procesos dinámicos que continuamente nos estamos generando a nosotros mismos, momento a momento, vida tras vida.

Esta comprensión es liberadora porque implica que si entendemos el proceso mediante el cual nos creamos, también podemos intervenir en él. No estamos condenados a repetir eternamente los mismos patrones. La cadena de los doce eslabones no es una sentencia inapelable, sino un mapa que revela precisamente dónde y cómo podemos efectuar un cambio fundamental.

Los doce eslabones nos muestran, paso a paso, la forma en la que nos vamos creando y deviniendo a nosotros mismos. Cada eslabón representa un momento en este proceso de auto-generación: desde la oscuridad fundamental de la inconsciencia espiritual, pasando por las formaciones mentales que configuran nuestra experiencia, hasta el contacto sensorial con el mundo y las reacciones de anhelo y apego que nos mantienen atados al ciclo del devenir. Es un proceso que se despliega tanto en el curso de una vida como a través del ciclo de múltiples existencias.

Esta enseñanza representa la aplicación del principio filosófico budista de la condicionalidad universal al proceso del renacimiento. Consiste en doce eslabones que surgen uno tras otro, cada uno condicionado por el anterior, formando una cadena de causalidad que nos revela cómo, en última instancia, somos los arquitectos de nuestra propia existencia.Esta enseñanza representa la aplicación del principio filosófico budista de la condicionalidad universal al proceso del renacimiento. Consiste en doce eslabones que surgen uno tras otro, cada uno condicionado por el anterior, formando una cadena de causalidad.

Es importante notar que algunos textos enumeran cinco eslabones, otros diez, pero doce es el número estándar. Esta variación nos recuerda algo crucial: no debemos tomar estas divisiones demasiado literalmente. No pensemos que la realidad está dividida exactamente en doce partes distintas, del mismo modo que el Óctuple Sendero no consiste literalmente en ocho compartimentos separados. Estas son divisiones para nuestra conveniencia práctica. Debemos intentar comprender a través de ellas el espíritu de la condicionalidad, más que encasillar la realidad en un marco fijo.

La Rueda de la Vida: Un Mapa Visual de la Existencia

La tradición budista ha preservado esta enseñanza de los doce eslabones no solo en textos y explicaciones filosóficas, sino también en una de las imágenes más poderosas y evocadoras del arte budista: el Bhavachakra o Rueda de la Vida. Esta representación visual, que se encuentra comúnmente en los muros de los monasterios tibetanos, es mucho más que una simple ilustración decorativa; es un mapa completo de la existencia condicionada.

En el centro de esta rueda se encuentran tres animales persiguiéndose mutuamente: un cerdo (que representa la ignorancia), una serpiente (que simboliza el odio) y un gallo (que representa el deseo). Estos tres venenos fundamentales son la raíz de todo el sufrimiento y perpetúan el ciclo del devenir.

Alrededor de este núcleo, la rueda se divide en secciones que representan los diferentes reinos de existencia: desde los reinos infernales del sufrimiento más intenso hasta los reinos celestiales de los dioses. Pero lo más relevante para nuestro propósito es que en el aro exterior de la rueda se representan precisamente los doce eslabones del origen interdependiente, desplegándose secuencialmente como las horas en un reloj cósmico.

La rueda entera está sostenida en las garras y fauces de un demonio terrible: Yama, el señor de la muerte, que representa la impermanencia que devora toda existencia condicionada. Pero fuera de la rueda, en la esquina superior, a menudo aparece la figura del Buda señalando hacia la luna, simbolizando que existe una salida, una liberación de este ciclo interminable.

Esta imagen nos recuerda que los doce eslabones no son meras abstracciones filosóficas, sino una descripción vívida de nuestra experiencia real. Cada momento de nuestra vida, cada pensamiento, cada acción, está tejido en esta rueda de causalidad. Y sin embargo, como indica la figura del Buda apuntando más allá de la rueda, no estamos irremediablemente atrapados. La comprensión de estos eslabones es el primer paso hacia la libertad.

Los Doce Eslabones

1. Avidyā: La Ignorancia Fundamental

El primer eslabón, y en cierto sentido el más importante, es avidyā o ignorancia. Pero no se trata de ignorancia intelectual, sino de lo que podríamos describir como una falta de conciencia espiritual, una carencia de ser espiritual mismo.

Avidyā es la antítesis directa de bodhi, la iluminación. Si la iluminación representa la cima de la montaña, el objetivo del proceso evolutivo, entonces avidyā representa los valles oscuros de los que gradualmente estamos emergiendo.

Esta ignorancia se compone de diversas visiones erróneas: ver lo condicionado como incondicionado (asumir inconscientemente que las cosas mundanas pueden durar para siempre); creer en un dios personal o ser supremo (algo que el budismo ve como una proyección de la figura paterna de nuestra infancia, manifestación de inmadurez espiritual); atribuir valor a acciones puramente externas, mecánicas o rituales; y sobre todo, desconocer la ley de la condicionalidad universal misma.

Metafísicamente, avidyā representa un estado de oscuridad mental y espiritual, una falta de iluminación.

2. Saṃskāras: Las Formaciones Kármicas

En dependencia de esta ignorancia surgen los saṃskāras, literalmente «preparaciones» o «configuraciones». En este contexto, la palabra se traduce como «formaciones kármicas»: el conjunto de condiciones mentales que, bajo la ley del karma, son responsables de producir el primer momento de consciencia en una «nueva» vida.

Esencialmente, son actos de voluntad conectados con diferentes estados mentales. Estos estados pueden ser hábiles o inhábiles. Los estados inhábiles están dominados por el anhelo, el odio y la confusión mental. Los estados hábiles, por el contrario, están dominados por la generosidad, el amor y la claridad mental.

Los textos ofrecen una comparación punzante: el estado de ignorancia es como el estado de embriaguez, cuando la mente está dominada por el alcohol. Y los saṃskāras, las formaciones kármicas, son como las acciones que realizamos en ese estado. En efecto, el Buda está diciendo que la mayoría de las personas, en sus acciones cotidianas ordinarias, incluso en sus prácticas religiosas convencionales, no están mejor, desde un punto de vista espiritual, que hombres o mujeres ebrios comportándose insensatamente.

Estamos ebrios porque estamos dominados por la inconsciencia espiritual, y todo lo que hacemos, decimos o pensamos es producto de esa inconsciencia. Es un pensamiento bastante aleccionador.

3. Vijñāna: La Consciencia Re-enlazante

En dependencia de los saṃskāras surge vijñāna o consciencia. No se trata de la consciencia en general, sino de algo específico: la «consciencia re-enlazante», llamada así porque re-enlaza a la persona —o más precisamente, al continuo psíquico— con el organismo psicofísico de la nueva vida.

Según el budismo, para que ocurra la concepción humana son necesarios tres factores: el acto sexual, que sea el momento fértil de la madre, y lo que los textos llaman «el ser a renacer» —que representa el último momento de consciencia de la existencia anterior.

4. Nāma-Rūpa: Nombre y Forma

En dependencia de la consciencia re-enlazante surge nāma-rūpa, «nombre y forma», que aquí significa el cuerpo físico, inicialmente el cuerpo embrionario, junto con los otros tres agregados mentales de sensación, percepción y formaciones mentales.

5. Ṣaḍāyatana: Las Seis Bases

En dependencia de nombre y forma surgen las ṣaḍāyatana, las seis bases: los cinco órganos sensoriales físicos más la mente, tratada como una especie de sexto sentido u órgano. Se llaman «bases» porque constituyen las bases para nuestra experiencia del mundo externo.

6. Sparśa: El Contacto

En dependencia de las seis bases surge sparśa, contacto o impresión: el impacto mutuo del órgano y su objeto apropiado. Por ejemplo, el ojo entra en contacto con la forma visual, dando lugar a lo que los textos llaman «contacto visual», y así sucesivamente para los otros cinco sentidos.

7. Vedanā: La Sensación

En dependencia del contacto surge vedanā, la sensación o sentimiento. Con respecto a su origen, el sentimiento es séxtuple según nazca del contacto visual, auditivo, etc. Y cada uno de estos es a su vez triple: placentero, doloroso o neutro.

8. Tṛṣṇā: La Sed o Anhelo

En dependencia del sentimiento surge tṛṣṇā, sed o anhelo. Esta es una etapa crucial, quizás la más importante de toda la cadena. El anhelo es de tres tipos:

  • Kāma-tṛṣṇā: sed de experiencia sensual
  • Bhava-tṛṣṇā: sed de existencia continuada, especialmente después de la muerte en el cielo
  • Vibhava-tṛṣṇā: sed de aniquilación o muerte

Este es el punto crítico donde la cadena puede romperse o continuar fortaleciéndose.

9. Upādāna: El Apego

En dependencia del anhelo surge upādāna, el agarrarse, apegarse o aferrarse. Aquí el budismo revela cuán amplio es este concepto. Hay cuatro tipos de apego:

Primero, apego a los placeres sensoriales, a las experiencias placenteras que vienen a través de los sentidos. Esto es lo que normalmente pensamos cuando hablamos de apego.

Segundo, y esto es muy significativo: apego a las opiniones, creencias, especulaciones, incluidas todas nuestras convicciones filosóficas y religiosas. El budismo no dice que no debamos tener creencias o convicciones, sino que no debemos estar apegados a ellas.

¿Cómo saber si estamos apegados? Es bastante fácil: cuando alguien cuestiona nuestras creencias y nos sentimos amenazados, molestos o incluso enojados, eso es apego. Podemos aceptar las Tres Joyas, el karma y el renacimiento, la enseñanza de los cinco agregados, la meditación, el nirvana —sí, aceptar todo, intentar ponerlo en práctica— pero sin aferrarnos de tal manera que si alguien nos cuestiona, reaccionemos de forma hostil.

Tercero, apego a las prácticas éticas y observancias religiosas. No es que esté mal ser ético o practicar los cinco preceptos, pero no debemos aferrarnos a nuestra propia práctica, no debemos pensar que es un fin en sí misma o que nos diferencia de otras personas.

Cuarto, apego a la creencia en un yo permanente e inmutable, un alma en el sentido cristiano ortodoxo, que existe aparte de los cinco agregados.

10. Bhava: El Devenir

En dependencia del apego surge bhava, el devenir o la existencia: la vida tal como está condicionada por nuestro apego, en cualquier plano o nivel.

11. Jāti: El Nacimiento

En dependencia del devenir surge jāti, el nacimiento.

12. Jarā-Maraṇa: Decadencia y Muerte

Y finalmente, en dependencia del nacimiento, la decadencia y la muerte. Porque una vez que has nacido, nada puede evitar que eventualmente decaigas y mueras.

La Cuestión del Renacimiento: Ni Identidad Ni Diferencia

Una pregunta que surge constantemente es: ¿quién o qué renace? Si no hay un yo permanente, ¿qué es lo que continúa?

El budismo evita dos extremos: no dice que la persona que renace es la misma que la que murió, ni que es completamente diferente. Ambas posiciones están conectadas con una antigua disputa india sobre la naturaleza de la causalidad.

Una escuela, la Satkāryavāda, sostiene que causa y efecto son idénticos: cuando se produce un efecto, la causa simplemente ha cambiado de forma. La otra escuela, la Asatkāryavāda, sostiene que causa y efecto son completamente diferentes.

Si se llevan a sus conclusiones lógicas, ambas visiones hacen imposible la causalidad misma. Si causa y efecto son realmente idénticos, no podemos hablar de causación. Si son completamente diferentes, ¿cómo pueden relacionarse?

El budismo evita todo este debate enseñando pratītya-samutpāda, la condicionalidad: en dependencia de A surge B. La relación entre ambos términos no puede describirse en términos de identidad ni de diferencia. Estas categorías simplemente no aplican.

Lo mismo se aplica al renacimiento. El que renace no es ni el mismo ni diferente del que murió. La posición budista estricta, expresada paradójicamente como gustan hacer los escritores budistas, es: hay renacimiento, pero no hay nadie que renazca.

Por esta razón, el budismo evita el término «reencarnación», que asume un alma o yo que «entra» en diferentes cuerpos. El término técnico es punarbhava: «devenir de nuevo» o «re-devenir», ni siquiera «re-nacimiento».

Implicaciones Prácticas

Esta enseñanza de los doce eslabones no es mera especulación filosófica. Es una herramienta práctica para comprender cómo nos mantenemos atados al ciclo de insatisfacción y sufrimiento, y cómo podemos liberarnos.

El punto crítico está en la transición del sentimiento al anhelo. Aquí es donde tenemos la oportunidad de romper la cadena. No podemos evitar que surjan sensaciones placenteras, dolorosas o neutras cuando nuestros sentidos entran en contacto con el mundo. Pero podemos aprender a no responder con anhelo, aferramiento y apego.

Esta es la razón por la cual la meditación ha ocupado un lugar cada vez más central en el budismo occidental contemporáneo. A través de la meditación, desarrollamos la consciencia necesaria para observar cómo surge el anhelo en dependencia del sentimiento, y aprendemos a no seguir fortaleciendo esa cadena de condicionamiento.

La práctica ética, por su parte, prepara la mente para la meditación. Una mente agitada por acciones poco éticas no puede concentrarse ni desarrollar la claridad necesaria para la visión profunda. Pero la ética misma no es un fin: es una base, un fundamento para el desarrollo de una consciencia más profunda.

Conclusión: Un Mapa Para el Despertar

Los doce eslabones del origen interdependiente constituyen un mapa detallado de cómo funcionan las dinámicas del ser condicionado. Nos muestran cómo, a partir de la ignorancia fundamental, se despliega todo el proceso del devenir, del nacimiento y de la muerte.

Pero también nos muestran el camino inverso: si comprendemos profundamente esta cadena de condicionalidad, si desarrollamos verdadera consciencia espiritual que disipe la ignorancia, entonces los demás eslabones dejan de fortalecerse. Las formaciones kármicas que surgen ya no están dominadas por la inconsciencia, y gradualmente, el ciclo completo puede llegar a su fin.

Esta es la promesa del budismo: no un escape hacia un cielo eterno, sino la posibilidad de despertar completamente aquí y ahora, de romper las cadenas de la inconsciencia y vivir en plena claridad, libertad y compasión.

Aquí te dejamos la charla original de Sangharákshita: Las Dinámicas del Ser